martes, 16 de julio de 2013

No importa...

No importa lo fuertes que seamos, los traumas siempre dejan cicatrices, nos siguen hasta casa, cambian nuestras vidas. Los traumas complican nuestras vidas pero quizás sea su fin, el dolor, el miedo, la miseria, quizás pasar por eso nos hace seguir viviendo, es lo que nos empuja. Quizás necesitemos complicaciones, para asumir responsabilidades...

Puedes pasarte la vida levantando muros, o puedes vivirla saltándolos. Aunque hay algunos muros demasiado peligrosos para cruzarlos. Lo único que se, es que si finalmente te aventuras a cruzar las vistas al otro lado son fantásticas.

Algo que la gente olvida es lo bien que se siente uno cuando libera sus secretos, sean buenos o malos, al menos han sido destapados te guste o no. Una vez que los has destapado no tienes que esconderte tras ellos nunca mas, el problema con los secretos es que incluso cuando crees tenerlo todo controlado, no lo está.

Aunque  no todas las heridas son superficiales. La mayoría de las heridas son más profundas de lo que podemos imaginar. No puedes verlas con la vista. Y luego están las heridas que nos cogen por sorpresa. El truco de cualquier tipo de herida o enfermedad es buscar a fondo y encontrar el verdadero origen del daño. Y una vez que lo has encontrado… intenta a más no poder curar ese golpe.

El dolor solo hay que aguantarlo, esperar a que se vaya por si solo y a que la herida que lo ha causado cicatrices, no hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme...

La verdad es que a todo el mundo le gusta pensar que puede ser fuerte. Pero ser fuerte no solamente se trata de ser duro. Se trata de asimilarlo. A veces tienes que darte a ti mismo permiso para no ser fuerte por una vez. No tienes que ser duro cada minuto de cada día. Está bien bajar la guardia. De hecho, hay momentos en los que es lo mejor que podrás hacer. Siempre que escojas tus momentos con cabeza.


A veces la realidad entra a escondidas y nos muerde el culo, y cuando el dique revienta solo te queda nadar. El mundo de los engaños es una jaula, solo podemos auto-engañarnos un tiempo determinado, nos cansamos tenemos miedo. Negarlo no cambia la realidad, antes o después tenemos que dejar de lado las negociaciones y enfrentarnos al mundo cara a cara con todas nuestras armas; cuando el dique revienta te espera un océano enorme, ¿pero cómo logras no ahogarte?

Quizá nuestras viejas heridas nos enseñen algo. Nos recuerdan dónde hemos estado, y qué hemos superado. Nos enseñan lecciones de qué evitar en el futuro. Eso es lo que nos gusta pensar. Pero así no es como es, ¿verdad? Algunas cosas tenemos que aprenderlas una, otra, y otra vez.

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